martes, 14 de septiembre de 2010

De cuando quise ser un hipócrita…pero no pude

Nací en la década de los 80, movida madrileña y despelote que me perdí jugando a construir coches y cabañas, escalando árboles, haciendo fogatas e intentando besar o tocar el culo a las niñas jugando a Love…

Por esta época no sabía qué eran los hippies y desconocía que habían desaparecido.

Cuando mis pasatiempos cambiaron y fui viendo lo duras que son las cosas, empecé a ver con muy buenos ojos la vida alternativa, libre, destroyer; envidiando quizás cuanto pasaba esta gente de las convenciones sociales, de las obligaciones y del futuro en general.
Atraído por su indumentaria desenfadada, que aún hoy no me disgusta, y por su aparente libertad para bajar a Cádiz o Tarifa y pegarse los meses muertos en la playa simplemente vendiendo pulseras en el Camping y durmiendo en su furgoneta Volkswagen.

Hoy me río de mi, de los hippies y de sus paranoias; me libré de caer en una adolescencia hipócrita y, como he leído, dice Mr.E (que no se quien puñetas es), “cabreada con el mundo”, yendo de libre y de anticapitalista pero manteniendo en el bolsillo el dinero de papá para abastecerse de gasolina, cerveza y porros u otros estupefacientes.

Me libré de verme obligado a comprarme la ropa en Fuencarral y lejos de las tiendas Desigual. (Tan desigual como la diferencia entre ricos y pobres en el mundo, los primeros, si, son los clientes habituales).
Esquivé el verme criticando pasiva y constantemente la sociedad poniéndome chaquetas políticas o mordiendo la mano que me daba de comer.

Pude recrearme transgrediendo lo que me parecía necesario renovar y siendo libre a través de mi autonomía, intentado ser ecologísta y solidario, aceptando a todo el mundo, huyendo de la limosna y de pensar en arreglar el mundo y no ayudar ni al vecino; tuve claro que la expresión “Piensa globalmente, actúa localmente” está cargada de razón en muchos ámbitos de la vida, y tuve claro que las apariencias, no me engañan.

Besos.